lunes, 30 de enero de 2017

Cría cuervos



“Cada desalojo es un árbol talado con fuertes raíces y que ha echado miles de semillas”.
Así rezaba un demagógico grafiti encontrado en un edificio ocupado y posteriormente devuelto a sus legítimos dueños.
El propietario, principal perjudicado en todas estas apropiaciones, se convierte en improvisado actor secundario y representa, de cara a la sociedad pública, el papel de malo de la película en el guión de los agresivos invasores.

La violencia de los asaltantes de Gràcia se ha saldado con varias decenas de heridos, pocos detenidos, importantes destrozos en el mobiliario urbano y muchas ojeras entre los vecinos. La imagen de los niños pequeños utilizados como escudo humano por los okupas ha dado la vuelta al mundo en los informativos.

- “Seremos tu peor pesadilla”, gritaban los okupas del banco de Barcelona a la alcaldesa.
- “No me puedo creer que los míos me estén haciendo esto”,  suspiraba una apesadumbrada Colau tras recibir las amenazas de sus semejantes.


Ada, que fue cocinera antes que fraile, (perdón por la comparación religiosa para una reconocida atea), ejerció de okupa hace apenas unos años. Formó parte del asalto a un viejo cuartel de la Guardia Civil en el barrio de la Barceloneta. Colau, ha disfrutado en su piel de las bonanzas de la apropiación de un edificio ajeno, sin preocupaciones por pagar alquileres, hipotecas o impuestos municipales.

Fue el ex alcalde Trías quien decidió pagar los 65.000 € de alquiler del banco expropiado para acallar las críticas por el desalojo de Can Vies. En el viejo local de Cataluña Caixa, los okupas han disfrutado de alquiler, luz y agua sufragados con los impuestos de todos los barceloneses.


Durante los últimos años, el Ayuntamiento de Barcelona ha hecho la vista gorda con varios edificios ocupados y ha planteado la posibilidad de adquirir espacios vacíos para facilitarlos a los diferentes movimientos okupas que campan por la ciudad.

 Eloi Badia, actual concejal del distrito de Gràcia, extrañamente desaparecido durante los disturbios, confirmó a la prensa la predisposición del Ayuntamiento para adquirir el edificio ocupado. Horas después, ante el revuelo levantado por la noticia, el propio Badia confirma que el precio, más de medio millón de euros, es excesivo y que estudian soluciones alternativas a la compra del local. Las negociaciones con asociaciones de vecinos para que intercedan con los okupas se suceden a diario.

Jaume Assens, tercer teniente alcalde de Barcelona y reconocido anti sistema, llamó a los representantes de los Mossos para sugerirles que evitaran una acusación de cárcel para los violentos de Gràcia. Las rejas, mancharían la imagen progresista del equipo de Gobierno. Los dirigentes sindicales de la policía autonómica catalana respondieron a la concejalía exigiendo más “responsabilidad y diligencia” en la gestión. Colau, en persona, solicitó a los Mossos “proporcionalidad y prudencia” en la actuación. Una guerra de declaraciones que se ha plasmado en las actuaciones de unos y otros en el campo de batalla.

Mientras tanto, la imagen internacional de Barcelona se deteriora por minutos, y en EEUU advierten a sus ciudadanos sobre los peligros de viajar a la ciudad condal.

Colau, diez años después de gozar de la ocupación y con más de 100.000 € de ingresos, teme a aquellos con los que compartió ideales y vocación. Y es que, ya lo dice un proverbio chino: “Quien un día fue picado por la víbora, siente temor a una soga enroscada durante diez años”.
Cría cuervos...

jueves, 26 de enero de 2017

Estrellados



Los soberanistas catalanes tienen que agradecer a Vicens Albert Ballester el invento de la bandera estelada. Ballester, un tipo cuyo éxito más importante fue firmar sus artículos periodísticos como “Vicime” (Viva la Independencia de Cataluña y Muera España), plagió la bandera cubana durante su estancia en La Habana.

Aquellos “mártires” que durante décadas criticaron la estrecha relación entre el régimen franquista y el Real Madrid, utilizan hoy los clubes deportivos catalanes como escaparates independentistas. Para los dirigentes, el deporte rey se ha convertido en un ejercicio obligatorio de cinismo y nacionalismo, a partes iguales.

En el F.C Barcelona, referente futbolístico mundial, Joan Laporta, antes de su estrepitoso fracaso en la política activa, utilizó la imagen del club que presidía para promover la agresiva campaña antiespañolista que los dirigentes independentistas pagaban con los impuestos de todos los catalanes.
Su sucesor, Rossel, vendió su candidatura como medio necesario para una despolitización del Barça. Apenas unos meses después, copiaba las miserias que habían caracterizado la presidencia de un Laporta investigado por varias irregularidades en su gestión.
Con Bartomeu, actual presidente del F.C. Barcelona, el club, como institución privada, firma el vergonzoso pacto por la independencia junto a otros equipos de la región.
Los últimos presidentes del club blaugrana dan muestras de ombliguismo cateto y obvian que la marca Barça, con millones de seguidores fuera de la Comunidad Autónoma, está por encima de un nacionalismo que apesta a rancio en pleno Siglo XXI.


El ejemplo más ruin de politización futbolística lo escenificó un equipo benjamín del Barcelona, que en una competición internacional, se negó a saltar al campo representado por el himno español. Los niños, de apenas nueve años, sufrieron las consecuencias públicas de un lavado de cerebro perfectamente orquestado.

Pep Guardiola, referente del nacionalismo catalán, defendió la camiseta de la Selección Española en 47 ocasiones. En la actualidad, de manera hipócrita, enarbola la bandera estrellada mientras se traga en Alemania una emotiva despedida al grito de “Que viva España”. Para Guardiola, filósofo nacionalista, la “pela siempre es la pela”.


Luis Enrique, nacido en Gijón y actual entrenador del club, se extralimita en sus declaraciones y felicita a los aficionados por una decisión partidista de un juez que permite, en contra del informe de la Fiscalía, entrar la estelada en la final de la Copa de Su Majestad el Rey de España, disputada en el Estadio Vicente Calderón de Madrid. Cobrar una nómina del Barça conlleva acatar las imposiciones de los superiores.
En un comunicado especial, el F.C. Barcelona se congratula por la citada autorización judicial y deja a un lado la seguridad de los miles de abonados y aficionados que acompañaron al equipo.


Mientras tanto, en el Camp Nou, la directiva, tan preocupada por los estandartes, prohíbe a los aficionados visitantes portar banderas representativas de sus colores a  la entrada en el Estadio. El concepto de libertad de expresión es muy voluble.

El santuario blaugrana simboliza a la perfección la miseria moral del independentismo catalán, aplaude y jalea en el minuto 17:14 con más ardor que en el minuto 14, que sirve como homenaje al mito holandés Johan Cryff, quien supuso un punto de inflexión en la historia del fútbol moderno.
Conviene recordad que el problema no lo tiene el que grita enloquecido como un mono de feria, sino aquel que se convierte en cómplice con su cobarde silencio.

Tarde o temprano, el movimiento independentista pide explicaciones a los ídolos que después defienden los colores de la rojigualda, Iniesta, hoy héroe culé, se convertirá en villano traidor, al tiempo.

Usar los sentimientos del aficionado que paga su abono para conseguir objetivos políticos es un acto de vileza.
Por mucho que se empeñen, el Barça es un club universal que mueve sentimientos por todo el planeta.

El deporte profesional, símbolo internacional de vanguardia y evolución, no encuentra aliados en unos dirigentes deportivos que usan al F.C. Barcelona como estandarte soberanista. Los sujetos que instrumentalizan unos colores para politizar el fútbol, andan como su bandera, estrellados.

sábado, 21 de enero de 2017

El último romántico del 15M



“¡Es una oportunidad única!”, gritaba Manuel al círculo de compañeros que asistía entusiasmado a su discurso improvisado en la cafetería durante el descanso del turno de mañana. “¡El 15M, aunque no lo creáis, cambiará el rumbo de este país y pondrá el Gobierno en manos del pueblo!”. “¡El 15M, queridos amigos, mandará a la sombra a todos esos políticos y banqueros que se alimentan con nuestro sufrimiento!”. “¡El 15M, camaradas!, ¡El 15M es nuestro futuro!”.
Manuel, soñador irredento, desempolvó su vieja camiseta descolorida con el lema “No pasarán” y se disponía a personarse en Sol para participar en aquel histórico grano de arena que estaba haciendo montaña.


Lo que no sabía Manuel, es que aquel movimiento espontáneo de ciudadanos hastiados con el sistema se había transformado en apenas unas horas. Según le comentaba un portavoz autorizado, un veinteañero desaliñado estudiante de Políticas en la Complutense, la democracia directa había quedado reducida a alzar la mano para elegir el turno de comidas y la vigilancia en las tiendas de acampada. El resto de decisiones, las importantes, ya las habían tomado aquellos que estaban preparados para hacerlo.
Pronto descubrió Manuel que lo que estaba ocurriendo en aquella plaza no era casual, todo estaba orquestado por sospechosos grupúsculos infiltrados que habían instrumentalizado la desesperación y esperanza de los asistentes. El poder de la gente se había convertido, en solo unos días, en rancia sumisión a los designios de unos pocos elegidos.


Manuel, al regresar días después al trabajo, balbuceaba cabizbajo cuando alguien le preguntaba sobre su experiencia subversiva. Nunca más volvió a vender en público las bondades de quienes decían luchar por la dignidad del pueblo.

Hoy, cinco años después, muchos de los que incitaban a asaltar las instituciones putrefactas infectadas por corruptelas organizadas, ocupan poltronas bien remuneradas, escupiendo sobre las viejas promesas de regeneración pública.
En Atenas, la quinta huelga general amenaza en la Plaza Syntagma a Tsipras, defensor de una corriente similar en Grecia y en París, los indignados de la “Nuit Debout”, pierden adeptos entre la ciudadanía moderada.

En España, las celebraciones que conmemoran la fiesta de la democracia real han quedado reducidas a exhibiciones de pancartas en defensa de Alfón y Bódalo, delincuentes de extrema izquierda y a desfiles pintorescos adornados de banderas multicolores con acompañamiento musical de cencerro. Mientras que en Sol, centro mundial de la revolución, tipos disfrazados de Micky Mouse y Bob Esponja han sustituido a los pintorescos personajes que decían encarnar la auténtica insurrección.

Lejos queda ya aquel tiempo de rebelión popular, pero Manuel, con el puño cerrado, contará a sus nietos que perteneció a un histórico movimiento que transformó el mundo. Manuel, que siempre fue un soñador, es el ultimo romántico del 15M.

domingo, 15 de enero de 2017

La colmena

Comienzo una nueva andadura.

El primer objetivo de La Colmena es recoger todos los artículos escritos por El Aguijón en un medio unificado.

Pasa sin llamar, eres bienvenido.